Definió a la poesía como
una pintura "que habla", y así podríamos definir la suya propia, Los
pocos restos que de él tenemos
ponen de manifiesto un arte que entra inmediatamente por los sentidos.
Es una poesía plástica, y su atención se centra en lo que se puede
percibir con los sentidos. Está plenamente convencido de la
incertidumbre de la condición humana ("si eres hombre, no digas nunca
lo que sucederá mañana") y esta insistencia suya en lo humano hizo
famoso en la Antigüedad. La ternura con que se trata a sus personajes
profundísima. Sirva como ejemplo el fragmento en la que aparece Dánae
metida en un cofre con su hijo Perseo, abandonada en el mar:
con su soplo, y la agitación del mar
la inclinaba a temer
con las mejillas húmedas de llanto,
echaba su brazo en torno a Perseo y decía:
"Hijo, ¡por qué fatigas pasa y no lloras!
Como un lactante duermes, tumbado
en esta desagradable caja de clavos de bronce,
vencido por la sombría oscuridad de la noche.
De la espesa sal marina de las olas que pasan de largo
por encima de tus cabellos no te preocupas,
ni del bramido del viento, envuelto en mantas
de púrpura, con tu hermosa cara pegada a mí.
Si te causara miedo esto, a mis palabras
prestarías tus finos oídos.
Duerme, mi niño, te lo pido. ¡Que duerma
también el mar y nuestra inmensa desgracia!
¡Ojalá se dejara ver un cambio en tus designios!
Padre Zeus, las palabras atrevidas y fuera de justicia
que halles en mi súplica, perdónamelas.
Sobrino de
Simónides fue Baquílides, que aprendió mucho de su tío: tienen la misma
pureza y gracia jónica de estilo. No tiene la profundidad de temas de
Simónides y va más a la búsqueda de lo
estético. Es hábil en el relato, sabe elegir las luces principales
adecuadas y hacer de los detalles algo vivo y revelador. Su arte llega
la cumbre cuando no trata de expresarse en un estilo grandioso o de
establecer verdades eternas. Tuvo la mala suerte, eso sí, de ser
contemporáneo de Píndaro.
La
tradición atribuye a Baquílides seis libros de himnos a los dioses,
tres libros de elogios y uno de epinicios.
Todo esto se había perdido por completo y sólo quedaban fragmentos
conservados a través de citas de eruditos alejandrinos y bizantinos
hasta fines del siglo XIX, pero en 1897 se encontraron en Egipto dos
rollos de papiro
del siglo I o II que contenían
veinte de sus poemas, un total de 1070 líneas, aunque con muchas lagunas, que fueron comprados por el Museo Británico. En ellos se echa de ver que, a manera de un futuro Tibulo, ansiaba la paz y detestaba la guerra, pese a que vivió en la gran edad de oro imperialista de Atenas; en esos papiros se encuentran además los únicos ejemplos conocidos de la composición lírica predramática en honor de Dionisos denominada ditirambo.
Simónides fue un maestro consumado en otro género: los epitafios. Sentó modelo que copiaron las generaciones posteriores. Dice en un par de líneas todo lo que tiene que decir, y esta sencillez de la forma da más carga al contenido. Conocidísimo es el dístico que escribió para los que cayeron en las Termópilas:
Dí, extranjero, a los lacedemonios,
que aquí yacemos los que obedecimos sus palabras
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